martes, 20 de junio de 2023

AUTOR DEL "PAN COMIDO"

El cumpleaños 93 del salvador de los guerrilleros del Che

93 años cumplidos. Tiene largo recorrido de vida: obrero de una fábrica de calzados, artillero en el servicio militar y con daño en uno de sus tímpanos por un cañonazo, dirigente fabril y militante comunista, y salvador de los últimos tres guerrilleros del Che en Ñancahuazú.

“A pesar del tiempo aun me siento bien”, me comenta “Negro José” o “Nicolás” en tiempos de la guerrilla; en realidad, Efraín Quicañez Aguilar, nacido en Llallagua (junio 18, 1930), crecido en Oruro, refugiado en Cuba y desde su retorno, residente en La Paz.

El paso del tiempo es inclemente. Él no se achica, ni con las limitaciones de la edad; es activo cibernauta, gran lector y analista político y amoroso padre, abuelo y bisabuelo.

El mayor desafío de su vida militante lo cumplió con valentía y lealtad; dejó testimonio de ello en su libro “Pan Comido, memoria de la operación rescate de los guerrilleros del Che 1968”, publicado 43 años después de aquel suceso histórico (2011).

Huracán Ramírez, su entrañable camarada, hermano y amigo, escribió en el prólogo: “Lo vi al Negro, hinche mi pecho de orgullo y le pregunté a Carlitos, en un diálogo que fue más o menos así:

-Oye Carlitos, tú que amas al Che, saben mucho sobre él y buscas conocer a alguien importante que haya estado con los combatientes de la guerrilla, ¿sabes quién y cómo se llama el compañero que saca a los sobrevivientes de Ñancahuazú, desde Oruro y los hace llegar hasta Cuba?
-No, no lo conozco, ni se su nombre.

-¡¿No?! Ah bueno, entonces te lo presento, ahí lo tienes. Nosotros seguimos llamándolo Negro José.

Pregunta a quemarropa, además, si anestesia. La sorpresa de los dos brigadistas cubanos, la presentación, la sala de cuidados intensivos, todo mezclado, tenía que perturbar la conciencia de cualquiera y desordenar la concentración que se tiene cuando hay un enfermo en las manos de los terapistas.

El Negro Jose, es arisco, pero se abrió a la tertulia. Su sencillez y humildad, le hacer ser así nomás.

A mucha insistencia, el Negro les cuenta de algunos detalles –que muy pocos conocen- de la salida del territorio boliviano de los tres sobrevivientes (NR. Dariel Alarcón `Benigno`, Harry Villegas `Pombo` y Leonardo Tamayo ´Urbano`). La conversación es íntima y hasta confidencial, porque el Negro recibió la visita de muchos que quisieron convertir la hazaña en un cuento. A todos ellos, no les informó nunca nada, así con mayúscula NADA; porque la tarea de honor en la que participa debía mantenerse en reserva, ya que el trabajo fue parte de las tareas clandestinas que la revolución encomienda a los combatientes que deben caminar por terreno movedizo.

“Hay una frase quemante e incisiva que Carlitos Hernández, junto a los médicos Julio Hernández y Roberto Columbie, le lanza al Negro: `Negro tú no tienes derecho a quitarnos a los revolucionarios de ahora, esa parte de la historia; la protagonizaste tú, pero los dueños somos los revolucionarios que estamos construyendo el futuro (…) Tienes que escribir esta parte de la historia”.

Y escribió: “Llegue al convencimiento de que era necesario romper este silencio porque surgieron versiones que confundieron algunos hechos de aquel momento histórico con elucubraciones fantasiosas que falsearon lo verdaderamente ocurrido”.

En una reunión clandestina del Partido Comunista, Negro dio a Mario Monje y Jorge Kolle solución a la salida de los tres guerrilleros y que la operación resultaría "Pan Comido` hasta alcanzar la frontera con Chile.

Él como responsable político y Benigno militar, y el boliviano Estanislao Villa (Tani), partieron por tierra la penosa caminata de Oruro hacia territorio chileno, no sin ser perseguido por tropas militares y aviones de combate, con juramento de no dejarse atrapar con vida.

Salvos en La Habana
“Bajé del avión y al pie de la escalerilla se extendía una alfombra roja, caminé por ella siguiendo su dirección que finalizaba en una puerta. Un compañero de las FAR, la abrió y cubriendo todo el maro de la puerta apareció ante mis ojos el Comandante Fidel. Me extendió la mano, me estrecho en un abrazo y cuando levanté el rostro vi que él también estaba muy emocionado. Hoy después de tantos años, al escribir este pasaje se me nublan los ojos, es un recuerdo imborrable.

Nunca había pensado ni siquiera verlo de lejos. La vida me dio la oportunidad de estrecharle la mano y más aun de recibir un abrazo de su parte. No encuentro las palabras adecuadas para expresar mi emoción, mi sentimiento y mi admiración por él. ¿Qué más puedo esperar en mi vida de militante revolucionario? Ese encuentro, ese apretón de manos y ese abrazo, han colmado con creces todo sacrificio al servicio de la revolución y el socialismo”.

-“Gracias por recordar mis 93 primaveras”, me escribió.

-No. Negrito, gracias a ti por ser tan ejemplar comunista revolucionario y, sobre todo, camarada inclaudicable.

Nicolás Fernández Motiño


 



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