sábado, 15 de abril de 2023

AUTOBIOGRAFÍA POR FEDERICO ESCOBAR ZAPATA

Nací en Oruro, el 26 de noviembre de 1924. Mi padre fue obrero del ferrocarril Machacamarca - Uncía: se llamaba Francisco Eleuterio Escobar, mi madre Nieves Zapata Vda. de Escobar. Mi padre nació en Tiwanacu y llegué a conocer a mis abuelos que desde aquella región se trasladaban a La Paz con sus burros llevando mercancías. Mi abuelita, madre de mi madre, era muy viejecita, que me exigía no dar tregua al estudio y me llevaba a la misa con frecuencia, decía ella, que era para no aumentar las penurias de nuestro hogar. Mi padre murió trágicamente en un accidente ferroviario: chocó la manilla, en la que iba, con el tren. Yo y mis hermanos menores; Primitiva, Martha, Emilia, Demetrio y Elena quedamos huérfanos, bajo el cuidado de mi madre. Este hecho pasó en el año 1937 cuando estudiaba en Oruro.

En Machacamarca ─donde pasé toda mi niñez─, estudié en la escuela primaria, mi profesor fue don Leónidas Lazarte. Secundaria estudié en el Colegio Nacional Bolívar de Oruro y mis maestros fueron los señores: José Encinas Nieto, Daniel Jiménez, Humberto Cartagena, Manuel
Sanzetenea, José Rodríguez Narváez, la señorita Marina Zuleta y como Director el señor Bullain, a los que siempre los recuerdo en cada instante de mi vida por su responsabilidad
y alto sentido en la conducción de la juventud. Minero desde los 17 años Comencé a trabajar desde el año 1941 en el interior de la mina Siglo XX. Fui timbrero, carrero, chasquiri, perforista, enmaderador, almacenero, ayudante secretario y por último, secretario.  Me despidieron de Catavi en el año 1947 con una indemnización de $b 14, con el título de agitador, juntamente
con el compañero Irineo Pimentel, que ya en ese entonces tenía su esposa. Trabajé en el ingenio de Machacamarca, de donde me retiraron el año 1948, a los pocos días de haber contraído matrimonio. Luego en Colquiri, de donde nuevamente me retiraron en 1950, después de la guerra civil, por haber participado en la huelga del año 1949. En Oruro conseguí trabajo en la fábrica de fideos “Ferrari Ghezzi”, como barquillero y laboraba 12 horas diarias. Me retiré para trabajar en Huanuni donde fui admitido por ser deportista. Regresé a Siglo XX-Llallagua el año 1952, acogiéndome al Decreto de Reocupación que establecía que todos los retirados por asuntos sociales y políticos podían retornar a las empresas de donde fueron despedidos.
La influencia de la madre:
Mi  madre  tuvo  una  gran  influencia  en  mi  vida. Comprendía y enfrentaba todos los problemas del hogar, las penurias de mis 5 hermanos, la mayoría de ellos de corta edad, puesto que al habernos dejado nuestro padre, pasábamos momentos muy difíciles. Yo tuve que dejar los estudios para acompañar a mi madre en los negocios de queso, patos y carne de cordero, que los obteníamos a tres leguas de Machacamarca, del lago Poopó. Nos trasladábamos a pie con un burrito por delante. Antes de la muerte de mi padre me gustaba realizar estos quehaceres en épocas de vacaciones. Y fue en una de esas oportunidades, cuando retornaba con mi madre, con los burros cargados de queso y otras mercancías, que recibimos la trágica noticia de la muerte de mi padre.
Yo debía viajar entonces de inmediato a Oruro, para participar la infausta noticia a mis familiares, pero no tenía ropa negra para llevar el luto. Aparecieron manos amigas y me prestaron un ternito negro usado. Pasado el entierro, mi madre recibió la indemnización y yo, sin darme cuenta de lo que acontecería en el futuro, exigía que me comprara calzados de fútbol y una pelota.
La injusticia social
Las desgracias no vienen solas, el negocio del queso ya no era importante, mi madre tuvo que emplearse en la casa del señor Roberto Arce, subgerente de Catavi, con un sueldo muy bajo, $b 1.50, y trabajaba dieciocho horas diarias. Mientras tanto, yo y mis hermanos, vivíamos en Machacamarca, bajo el cuidado de mi abuelita. Preparábamos patos para venderlos en la estación del ferrocarril y ése era nuestro único medio de vida. Mi madre hacía todo lo posible para hacernos llegar alimentos valiéndose de sus amistades y recibimos la cooperación de la familia Rojas, especialmente de la señora Maura Bermúdez, también viuda. La pobreza y el
sufrimiento de mi familia hizo que adoptara una resolución, ir a trabajar a Catavi. Cuando ingresé a la mina, mi madre lloró mucho y hablaba de las desgracias que les sucedía a los mineros, los accidentes, las enfermedades y ponía mucho acento en las injusticias que cometían con los pobres. En ese entonces, yo no sabía ni me daba cuenta de lo que era la injusticia social, para mí era la felicidad total haber conseguido trabajo y recibir pulpería para poder satisfacer el hambre de mis hermanitos.
La organización del sindicato:
Como decía, cuando ingresé a trabajar en la mina, y siendo muy joven, no me pude orientar sobre los problemas políticos. Todo mi tiempo me absorbía el deporte, el cine y mi preparación personal para el futuro obteniendo ascenso en los empleos de la empresa. De ahí que veía con cierto escepticismo los esfuerzos de los mineros tratando de organizarse en un sindicato. Y es así como escuché nuevamente hablar de la injusticia social, al igual que mi madre. Entonces me di tiempo, más por curiosidad que por otra cosa para asistir a algunas reuniones. Los obreros se reunían en un local de Llallagua y todos los compañeros deseosos de
defender sus intereses sociales ponían cuotas. Escuchaba a unos y otros expresarse censurando la explotación capitalista a los obreros, los bajos jornales y los abusos de los jefes
de sección, principalmente, del Huatapaco Nogales. Ese día descubrí un nuevo mundo. Todo me llamaba la atención. Los obreros mineros hablaban la verdad desnuda sobre la vida, exponían sus puntos de vista francamente, sin temor. Yo estaba mudo y pasmado de estas cosas que no se conocen en la escuela o en el colegio.Y un buen día no tardé en verlos rebelarse como tigres recién despertados. Yo me encontraba trabajando de timbrero en el Cuadro Beza y los obreros me dijeron que les acompañara en su lucha, que la unidad hacía la fuerza. ¡Adelante!, respondí yo. Entonces me vi mezclado entre mis compañeros de trabajo rebelándome también contra las injusticias. Me trasladé junto a ellos hasta la bocamina de Siglo XX. En la muchedumbre airada, nos mirábamos los unos a los otros y nadie retrocedía: ¡Adelante! ¡Adelante! Todos nos habíamos insubordinado contra los abusos de Huatapaco Nogales, que ahora ocupa el cargo de Gerente en Colquiri. Al Huatapaco Nogales lo buscábamos por todas partes, desesperados, y lo encontramos en la Superintendencia de la Mina. Uno de mis compañeros lo golpeó con un barreno en la cabeza y el cuerpo del Huatapaco de desplomó al suelo sin conocimiento. El señor Roberto Arce consiguió salvarle la vida pidiendo clemencia a los trabajadores enfurecidos. Fueron desmanteladas las oficinas de ingenieros y geología Como recuerdo de estos hechos, el Huatapaco Nogales tiene una cicatriz en la frente...

Principal líder que ofrecía discursos en el balcón del Sindicato y que hacían temblar gobiernos.

Lugar: Siglo XX - Potosí - Bolivia.

Imagen retocada digitalmente a color.

*Llallagua, Siglo XX, Catavi y Uncía 

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jueves, 6 de abril de 2023

NO NOS FUIMOS

 Lo arriesgamos todo,
creíamos que era posible.
Algunos perdieron la vida
y otros sobrevivimos.

Luego, todo se vino abajo
excepto nuestros principios.
Pero, aún así, nos lanzamos
en desigual combate.

Fuimos destrozados, inmolados
y pulverizados con odio de clase.
Pero, nos volvieron más duros,
indestructibles e infinitos.

Tomamos rutas diferentes
con la convicción inquebrantable
creyendo que era lo más correcto.
¡Nunca nos fuimos al otro lado!

Seguimos siendo lo que somos, 
aunque otros dejaron de ser, 
y estrujaron los claveles rojos,
los escupieron y se mofaron.

En cambio, nosotros "los duros”
jamás saltamos a la otra colina,
nos mantenemos incólumes
nuestro espinazo se volvió acero.

(Carlos Rafael)