domingo, 4 de agosto de 2019

EL “JESUCRISTO” EN LA RESISTENCIA

Con el asalto de los paramilitares a la sede la Central Obrera Boliviana, en la mañana del 17 de julio de 1980, el golpe militar a la cabeza del Gral. Luis García Meza Tejada, se estaba consumando inevitablemente. La noticia del asesinato del diputado del PS1 Marcelo Quiroga Santa Cruz, por los paramilitares, había provocado la indignación popular y odio incontenible traducida en la espontáneas barricadas en las calles, avenidas y plazas paceñas con el propósito de resistir a los golpistas, principalmente en las zonas populares. 

Los golpistas habían aprendido del fracaso de su anterior aventura militar en noviembre 1979 encabezado por el Cnl. Alberto Natusch Busch, porque esta vez, empezaron a desarticular la resistencia civil desde los barrios populares, convergiendo hasta el centro mismo de corazon político del país, con la pretensión de anular toda forma de oposición al golpe militar .

Sin embargo, en las alturas de la zona el Tejar, la juventud bramaba furiosamente resistiendo al golpe militar, sin importar el riesgo que suponía enfrentarse a la descomunal maquinaria de guerra de tanques y carros de asalto que escupían fuego de metal fundido contra el “enemigo interno” de la nación, contra los  que bregaban estoicamente por su derecho a vivir en libertad y en democracia.

Desde el frente de la puerta principal del Cementerio General, los reflectores del ejercito, cual espadas de fuego rojizo mortificaban rompiedo la quietud de la noche, seguido de ráfagas de ametralladoras disparadas por los blindados del glorioso ejército boliviano contra su pueblo, en tanto que la juventud y el pueblo incansables, desde diferentes lugares de los barrios populares de la ciudad, no cesaban de lanzar insultos y gritos de desafío a los que habían asaltado el poder político del viejo Estado boliviano. Tanto fue la indignacion contra la aventura golpista que, hasta los niños y adolescentes se  habían lanzado a las calles sin importar que los disparos de armas de guerra podían matarlos.

Desde las alturas de la Avenida Utapulpera, por la calle Mariano Colodro y adyacentes, una columna de niños y muchachos a la cabeza de un jóven melenudo y barbudo que vestía de polera negra, sacón de cuero negro, pantalón negro y botas de soldado, descendían furiosos hacia la avenida Entre Rios lanzando arengas de resistencia contra el golpe militar. Los seguidores  del melenudo y barbudo, le gritaban ¡vamos Jesucristo! ¡Dale Jesucristo!¡dispara Jesucristo! ¡adelante Jesucristo! ¡metele Jesucristo!... Estaban enardecidos, envalentonados y se sentían protegidos por la presencia del "Jesucristo" que estaba pertrechado de un viejo fusil mauser, quién había "aparecido de la nada", en medio de la oscuridad de la noche quebrantada por los reflectores y disparos  de armas de guerra provenientes desde la puerta del Cementerio General. 

Éste personaje, se desplazaba como un combatiente resuelto a todo, a la vez que ordenaba a los niños y muchachos que le seguían a tener mucho cuidado y protegerse de las balas,  y éllos no dejaban de lanzar sus gritos de aliento y rebeldía. De rato en rato el “Jesucristo” disparaba su viejo máuser, el arma legendario de los campesinos y mineros, el arma que hizo historia en la revolución del 9 de abril de 1952. 

El barbudo y melenudo cambiaba de posición rápidamente de momento a momento para no ser un blanco fácil de las balas de los militares, y también se cercioraba de la seguridad de  sus seguidores, cuales "combatientes experimentados combatientes" se desplazaban disciplinadamente al mando de aquel, a quien llamaban el “Jesucristo”. Éste, no podía disimular su sonrisa  paternal en su rostro bien curtido por las adversidades de la vida. Estaba satisfecho por sus equeños y bisueños "guerreros" que, como podían, resistían heroicamente el golpe militar.  

Las horas avanzaban, el gobierno militar para doblegar la resistencia popular, había dispuesto el "toque de queda" con el propósito de controlar rápidamente la situación; y era cuestión de vida o muerte para consolidar el asalto al poder político estatal. Seguidamente el ejército emprendía el patrullaje amparado en medio de la oscuridad; y entonces, los disparos de armas de fuego se dejaban escuchar por toda la ciudad. 

Ante la gravedad de la situación, los vecinos desesperados y muy preocupados por la suerte del “Jesucristo” y sus seguidores, le pasaron la voz de que se aproximaban al lugar columnas de soldados fuertemente armados, previniéndolos que se pongan a buen recaudo, que debían dispersarse y desaparecer inmediatamente del lugar para evitar lo peor. Así fue, “Jesucristo” y sus seguidores desaparecieron del escenario como por arte de magia, luego, las patrullas del ejército no tardaron en llegar al lugar.

Al día siguiente, nadie podía dar la razón por el “Jesucristo”. Había desaparecido sin dejar ningún rastro. Algunos vecinos decían que fue detenido por agentes civiles bien armados y que se lo llevaron a golpes y patadas; otros, decían que estaba a salvo en la clandestinidad; algunos aseguraban que lo vieron abandonando el país, y así; no faltaron quienes decían que había muerto valientemente por los disparos de los militares y que su cadaver se lo llevaron en un "caiman" del ejército, etc. etc.

Lo más probable es que podía haber sido un vecino inquilino de reciente residencia en la zona, y por eso, tal vez, nadie sabía el nombre verdadero del  llamado “Jesucristo” por parte de los niños, adolescentes y jóvenes de la zona el Tejar. Fueron tiempos muy duros, cuando en verdad se luchaba por la plena vigencia de la Democracia en nuestro país.

(Carlos Rafael)