sábado, 16 de mayo de 2020

CURAS TERCERMUNDISTAS

No era extraño ver personalidades muy importantes de la izquierda revolucionaria y que acudían al lugar, para dar charlas sobre la situacion política nacional é internacional, sobre la lucha de los trabajadores, campesinos, estudiantes y etc. La parroquía de El Salvador de  la zona del Tejar, era un espacio de libertad, de encuentros, de confraternizacion y solidaridad de quienes luchaban por la Democracia y en contra de las dictaduras. Muchas personalidades del campo popular mantenían contactos y relaciones políticas con la juventud y los trabajadores del lugar; tambien convergían jóvenes de otras zonas populares, incluso, estudiantes de secundaria comprometidos con la luacha democrática. Entre estas personalidades estaban, Filemon Escobar, José Reyes, Genaro Flores, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Armando Morales, Juan Lechin (quien ademas, realizó un congreso de su organizacion política, el PRIN); y otros que no necesariamente eran de la izquierda revolucionaria, sino miembros de la Iglesia católica, como Luis Espinal, Gregorio Iriarte, Eugenio Bataglia y otros muy cercanos al padre Juan Carlos Pezzota, párroco del lugar.

Una noche cualquiera, antes del golpe militar del 17 de julio de 1980, varios muchachos con militancia política en organizaciones de la izquierda marxista y otros que no militaban en ningún partido político, pero con ideales por la democracia y por la revolución, escucharon de boca propia de un cura tercermundista de la Parroquia el Salvador de la zona el Tejar, de que había que organizar la resistencia popular, contra lo que consideraba inminente una aventura militar para impedir que el pueblo recupere la Democracia y su derecho al ejercicio de la soberanía popular como fuente de la elección y conformación de un gobierno democrático.

Los muchachos escucharon muy atentos al cura tercermundista y asumieron la resolución inquebrantable de que no había mas alternativa que organizarse y prepararse para resistir, más aún, si meses antes, el padre Luis Espinal, había sido secuestrado, torturado y luego asesinado por los paramilitares. No podían dejar de lado aquel alevoso crímen, y consideraban que había la necesidad de descargar una respuesta contundente contra los asesinos. Además, los  muchachos habían llegado a sentir el profundo cariño, respeto y adminracion por Luis Espinal, hasta indentificarse con su  posicionamiento ideológico y político en la lucha y defensa por los pobres y por la justicia social, quien desde las cinco de la mañana, en la Parroquia El Salvador de el Tejar, daba sus charlas a la juventud, sobre sobre el cine popular, y por cierto, sobre la necesidad de asumir un compromiso social con los pobres y humildes del país.

En una de esas tantas reuniones, alguien le preguntó al cura tercermunista en sentido de:  "cómo se podía resistir al inminente golpe militar, ya que el pueblo y los trabajadores no tenían armamento, y tampoco los partidos de la izquierda que resistieron a la dictadura banzerista estaban en la capacidad de responder militarmente a los aventureros golpistas". Un joven trabajador fabril, al hacer uso de la palabra, condenó con toda vehemencia a los grupos o partidos de izquierda que por años proclamaban la lucha armada para tomar el poder y que, llegado el momento, “no tenían siquiera un alfiler para ser consecuentes con sus prédicas de lucha armada”. A su turno, muchos hicieron uso de la palabra, en su mayoría expresaron su firme determinación de organizarse contra el inmienente golpe militar, ya sea en las minas, en las ciudades y en el campo y etc.

En el ambiente se respiraba un olor a pólvora, y nadie se animó en plantear de manera clara y puntual sobre la cuestión del armamento, hasta que lo hizo un compañero, quien de manera categórica, manifestó su deseo de incorporarse en la instancia que fuese para preparar a quienes así lo deseaban en la organización y constitución de células, grupos o brigadas armadas para enfrentarse a los golpistas. La mayoría de los asistentes, entusiastas y por unanimidad apoyaron la propuesta, ofreciéndose resueltamente  para asumir las tareas necesarias.

Con el convencimiento de que se daría una resistencia popular en las minas contra la aventura golpista, en las ciudades y el campo, y que consiguientemente la lucha sería prolongada, tal vez días, semanas o meses, uno de los curas tercermundistas propuso la necesidad de aprovisionarse  de alimentos (arina, azucar, fideo y otros) para hacer frente al hambre, y también  ocuparse de los primeros auxilios porque con seguridad habrían heridos en los combates.

Extraordinariamente, se estaban asumiendo decisiones histórica desde una Parroquia de una zona popular, entonces como una especie de reducto de los curas tercermundistas que mantenían fuerte ligazón con los movimientos juveniles, trabajadores y campesinos, bajo la "teología de la liberacion". 

Luego, el cura tercermundista de origen italiano se puso de pie y no sin antes de arengar a los asistentes, se comprometía a dotar de armamento traído desde la península para pertrechar a los grupos, células o brigadas de combate, y que a más tardar estarían hasta el mes de julio de ese año (1980).  La información fue recibida con inusitado entusiasmo y alborozo entre los jóvenes, principalmente por los que estaban convencidos del método de la lucha armada.

Asumiendo las tareas de aquella reunión, en una fría noche en la Parroquia de El Salvador, un grupo de jóvenes fueron comisionados para descargar de un camión las provisiones de alimentos para resistir los días, semanas o meses de lucha contra el golpe militar que parecía inevitable. Ocurrió que entre los que iban descargando los quintales de harina, arroz, azúcar y etc. estaba un compañero de nombre Rufus, dizque del MIR chileno, de mediana estatura, de tupida barba y lentes muy gruesos, con un aspecto físico extremadamente delgado o de aparaciencia desnutrida, quien, desoyendo los pedidos fraternales de sus compañeros de que no lo haga, cargó dificultosamente sobre su espalda un quintal de harina, con las extremidades inferiores arqueadas y temblorosas y su "cuerpo de niño" que se balanceaba peligrosamente con desplomarse hasta que ogró trasladarlo hacia un depósito. Todos quedaron perplejos, asombrados y convencidos que la “fuerza de voluntad” o la “fuerza de la convicción” hacía posible el cumplimiento de las "tareas revolucionarias"  por mas dificiles que puedan ser o por mas sacrificado que sea. Por cierto, la actitud del "mirista chileno", ayudó a elevar el estado de ánimo de los muchachos que no podian todavía salir de su asombro, e indudablemente contribuyó a que puedan fortalecer su compromiso en la lucha por la democracia y en contra del golpe militar que se avecinaba.

Un Comité de compañeros se dio a la entusiasta tarea de reunir todo tipo de armas cortas y ligeras, municiones, granadas, herramientas y materiales con los cuales poder fabricar armas caseras. El compañero “Hipo”, en los hechos el comandante, hijo de un famoso dirigente fabril era el encargado de hacer preparar los famosos “cazabobos”, “granadas”, “miguelitos” y etc. En tanto que los otros compañeros tenían funciones asignadas de organización política y militar en el Comité. Estaban convencidos que las armas o ametralladoras que había prometido el cura tercermundista, llegarían en pocos meses, antes del estallido del golpe militar que, dado los últimos graves acontecimientos, como el asesinato del cura jesuita Luis Espinal, era una cuestión de tiempo.

Lo inminente se había producido y lo esperado no había llegado. El golpe militar estalló el  17 de julio de 1980, y las armas prometidas no llegaron a tiempo. Había frustración en las filas de los muchachos organizados. No había nada que hacer, sino luchar con el pecho descubierno ante los carros de asalto y francotiradores. Solamente podían aparecer sorpresivamente para hostigar a los efectivos militares y paramilitares y luego desaparecer súbitamente. Se hostigaba  principalmente apenas llegaba la noche,  y luego en la ciudad se podía escuchar explosiones, disparos y rágagas de ametralladora. Los muchachos lo hacían como podían y con lo que tenían. No había condiciones de librar combates directos, hacerlo era un acto de suicidio. No estaban solos, se podía captar señales de radio que demostraban  que en los campamentos mineros los trabajadores resistían al golpe militar.

La juventud, al no contar con las ametralladoras que el cura italiano tercermundista había prometido, no tuvieron más que resistir con lo que se había reunido.

En el Comité de Organizacion se destacaron muchos compañeros por su firme compromiso en la lucha por la democracia y la liberación nacional, como el compañero “Sonrisas” por su disciplina y resolución con las tareas asumidas y cometidas con mucha audacia y entrega revolucionaria (después de casi más 25 años llegó a ser Presidente del Servicio de Impuestos Internos); el compañero “Nativo” un beniano de mucho coraje y predispuesto a asumir cualquier tarea por mas riesgosa que sea, quien junto al compañero “Antonio”,  “Juan” y otro compañero con su nombre de organizacion de el “Borracho”, demostraron que a plena luz del día y en pleno centro de la ciudad de La Paz, se podía cumplir con la tarea de hostigamiento, por muy peligroso que sea, a riesgo de sus propias vidas; el compañero “Chino” y el compañero “Carlos” y otros que hicieron frente al golpe militar desde los barrios populares organizando a la juventud y al pueblo para resistir al golpe militar. Luego, una vez precariamente instalado el gobierno de facto en el Palacio Quemado, tuvieron que pasar a la clandestinidad para continuar con la resistencia, hasta derrotar a la dictadura y reconquistar la Democracia con el 10 de octubre de 1982 con la posesion de Hernan Siles Zuaso como Presidente Constitucional de la República de Bolivia. 

Otros compañeros, como un tal “Félix”, en esos momentos de acciones y necesidad, desaparecieron del escenario de la contienda junto al "pequeño arsenal" que humildemente se había reunido. Sus argumentos posteriores fueron de que "todo estaba perdido y que además no habían llegado las famosas ametralladoras prometidas por el cura rojo". Luego, jamás se supo  sobre el destino de dicho "pequeño arsenal". Tampoco se supo si las armas prometidas por los curas tercermundistas habían llegado a nuestro país.

La mayoría de los muchachos del Comité Principal, eran militantes de la otrora y gloriosa Juventud Comunista de Bolivia, luego del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria. Es necesario resaltar que la Dirección del viejo Partido no conocía sobre las actividades de sus militantes, y si alguna vez lo sospecharon, no se cansaron de estigmatizarlos como guerrilleristas, foquistas, maoistas, troskistas, y etc.

(Carlos Rafael)