Quiero explicar
al mundo por mi muerte,
Por mi sencilla muerte
Pero muerte,
Como pájaro sin vuelo.
Yo recorrí la herida pulsando una guitarra,
Para atajar la sangre
Que viste a nuestros niños.
Quise llover mi grito
En la mordaza de los hombres,
Para crecer fusiles
En el hambre legislada.
Mi corazon golpeó todas las puertas.
Él se instaló en la alcoba
Que esconde
En su penumbra
Puñados de jornal
Zurciendo harapos en las noches.
Amaneció en las calles
Con el último gemido
De esos espectros mudos
Que amasarán su pan
Barriendo una esperanza.
Mi corazón hallo su nombre
En ese terco
Sudor de socavones
Engrillados a la muerte.
andó del brazó
Con muchachas
Que no aprendieron nunca
La risa ni el zapato.
Pero está bíen,
No pongan esas caras.
Sé que no importa mucho
Mi paso por las cosas.
No hay más que abrir
Las puertas de la vida,
Para enterrar sin llanto
El despojo de los sueños,
Para enfermar los ojos
Con toda esa miseria
Que nos pudre.
Quise decir tan sólo que estoy muerto,
Mas no de haber andado
Las piedras de mi ruta,
no con la bala al pecho
-parida en los cuarteles-
sino en la mano pétrea
del falso amigo,
del capatáz
geométrico
insensible,
que quiso herrar el pecho
y disecar fusiles en un texto,
para logara, amigos,
cuadricular el corazón
a salivazos.
Esa es la historia.
Mi corazón no pudo con la mierda,
se rebeló por todos sus costados
y se murió
con su universo de canciones.
(Arsenio Maita)
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