domingo, 21 de abril de 2019

HASTA PRONTO*



Amor, “mañana por la tarde te veré”,
así le dijo ella, con la mirada esquiva.
Sus ojos no quisieron mirarle,
como si nunca más desearían hacerlo.

Sintió como una filosa hoja de cuchillo
de hielo atravesaba su corazón,
estremeciéndole todo el cuerpo
con súbito dolor, tan profundo en el alma.

Ella, estaba frente a él,
inmóvil y con la mirada esquiva
como si luchara dentro de si
angustiosamente contra algo incierto,
inevitable y doloroso.

Sin apartar la mirada extraviada,
quiso de pronto decir algo,
con una voz dolida é inaudible:
“te amo mucho”, “te amo”.

Tal vez quiso decir tantas cosas,
su voz inexplicablemente se ahogaba:
"no puedo mirarte no puedo, no puedo,
no sé qué me sucede…disculpa amor."

Aquella mañana de sol radiante
de límpido cielo azulado,
bajo la sombra de un vetusto edificio,
en una calle céntrica de la ciudad,
sin pensar que lo haría por última vez,
sus manos acariciaron la suavidad
del rostro de su amada.

Ella, lo abrazo fuertemente,
él la sintió en su regazo como nunca.
Sus corazones latieron al unísono
en conexión de sentimiento puro.

Fue una escena conmovedora,
dos cuerpos fundidos en unicidad de amor,
dos almas en ritual del adiós de amantes.
Ambos sentían una extraña sensación
de incertidumbre, angustia y dolor.

Se resistían y se negaban despedirse,
sus almas se aferraban desesperadamente.
Luego, un beso, un “te quiero amor”,
“hasta mañana” …” hasta mañana” …”te amo”.

Aquella mañana fue la última vez,
los amantes extrañamente lo habían presentido.
Algo atroz les aguardaba el destino,
sus almas se estremecían.

El adiós de los amantes es más que la muerte;
es noche gélida, lóbrega e infinita.
Inacabable y agraz para el alma. 

Una llamada telefónica en la mañana,
sus labios temblaron y su cuerpo tambaleó,
se derrumbó como palomo agonizante.
La noticia más infausta y conmovedora
había mutilado de cuajo el corazón del amante.

La muerte, con saña, cercenó al amor
en procesión de negruzcos y grotescos cuervos,
sueños y promesas de los amantes
engullidos por la niebla más oscura y densa.
.
La amada de los labios de rojo rubí,
de profusos besos de su amante
en su níveo cuerpo de venus trastocante y de
sonrisa exultante de primavera, se había ido.

La amada de voz extasiante de amor,
de exuberante ternura y
cabellos castaño claro sutil, ya no estaba.
Ella, que fue amada eufóricamente.
Imprecó furiosamente el amante
contra la despreciable muerte.
Había seccionado el amor de su vida.

Por la infausta muerte de su amada,
su existencia es desolada e entristecida,
cuánto dolor por su amada atribulan su alma. 

Carlos Rafael 

* En homenaje a Lourdes Dávalos, que partió  mas antes que yó, al mas allá, en marzo de 2013.

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